El ser humano está preparado para sentir emociones básicas y universales, como alegría, sorpresa, asco, tristeza, ira y miedo. Y aunque todas desempeñan un papel fundamental en nuestra vida, nos centraremos en la emoción del miedo, ya que es la que nos bloquea y nos impide conseguir metas en la vida. Buscamos respuesta a la pregunta de por qué tenemos miedo al cambio.
Sí. Hemos sobrevivido como especie gracias a ellas, y especialmente gracias al miedo. De no ser por este mecanismo de defensa habríamos muerto ante cualquier situación potencialmente peligrosa, como la presencia de animales peligrosos, alturas, armas, amenazas, etc. Por lo que pasó a formar parte del repertorio fundamental del ser humano.
¿Qué es el miedo al cambio?
Y lo cierto es que el ser humano siempre tuvo miedo al cambio. Es algo que está en nuestra genética. Sin embargo, el problema viene cuando ese miedo es capaz de bloquear por completo a la persona, impidiéndole realizar cambios y haciéndole vivir una gran angustia.
Todos conocemos muy bien el miedo, es capaz de apoderarse de nosotros, y esto se debe a que tememos lo desconocido. Porque si desconozco lo que viene, no sé si podré dominar la situación. Tememos equivocarnos, no poder volver atrás. Pero lo normal es que tengamos que hacer cambios en nuestra vida. No podemos vivir siempre en nuestra zona de confort porque la vida nos va a presentar situaciones que exigen cambios (tener que dejar atrás amistades que nos hacen daño, finalizar relaciones, elegir casa, buscar otros trabajos, mudarnos, poner límites en nuestras relaciones y decir NO, etc.).
Es más, la zona de confort es una zona de cierta seguridad, pero no garantiza que nos podamos sentir felices ahí, ya que por miedo a salir de esa zona seremos incapaces de conseguir muchas cosas en la vida.
¿Cómo afrontar el miedo al cambio?
Es verdad que la mayoría de las ocasiones nuestra mente ya sabe que tiene que realizar cambios, pero necesitamos tiempo para procesarlo y aceptarlo, pues tememos no ser capaces de controlar lo que vendrá después de tomar la decisión. Por ello, el primer paso es comprender que la felicidad no llegará por tenerlo todo controlado, sino tras aceptar que no puedes tener todo bajo control, que la incertidumbre siempre formará parte de tu vida.
Es fundamental sentir que tomas decisiones en base a lo que consideras que te hace feliz, a pesar de las posibles consecuencias.
Es importante también identificar cuáles son tus necesidades, y priorizar según las áreas de tu vida en las que te sientas más a disgusto. Pregúntate qué harías si no tuvieras miedo, y empieza a proponer cambios.
Tal vez toca aprender a decir adiós (si bien es cierto que a veces irse no es la solución, sino que debemos cambiar la manera de quedarnos). Y sabemos que aprender a dejar ir es una tarea emocionalmente difícil, porque se han depositado muchas ilusiones, y creemos que si nos vamos no podremos recuperar muchas cosas. En cambio, si no dejas ir, tampoco habrá sitio para las nuevas experiencias que te quedan por vivir.
El poder de la mente
También es conveniente no apurar hasta el último momento, ya que conforme va pasando el tiempo, la persona va sufriendo más daños y agotamiento. Nos vamos llenando cada vez de más incertidumbre, y esto puede llevar a acostumbrarse a estar en esta zona de inacción, donde realmente el miedo es mayor que al otro lado de la acción.
Hay que tener en cuenta que la mente tiene más imaginación que la vida real, y que en la mente de uno mismo hay más escenarios negativos aconteciendo al mismo tiempo (todos los posibles, para qué engañarnos). Sin embargo, en la vida real no pueden ocurrir todos los escenarios terribles que tu mente imaginaba. Y aunque a veces la superación personal cuesta algunas lágrimas, si sientes que algo no es para ti, no esperes a que te haga mucho daño para entender que no era para ti. A pesar de lo malo que pueda venir, al otro lado del miedo hay cosas buenas esperándote, pero solo las verás si tomas la decisión de intentarlo.
No tener miedo a nuevas metas
Y para los momentos en los que estamos viviendo una gran dificultad para tomar decisiones y realizar cambios, hay algunos consejos que pueden ayudar a dar ese paso, como:
- Recordarse todas las veces que creíamos que éramos incapaces de lograr algo y finalmente lo conseguimos, pues nos hacen ver que en realidad tenemos más capacidad de decidir y afrontar de lo que a veces pensamos.
- Cuando te abrumen las consecuencias inmediatas que pueda tener esa decisión, piensa en la relevancia que tendrán dentro de 5 o 10 años. Seguramente el balance no sea entonces tan negativo.
- A veces nos cuesta cambiar y decir que no, pero acuérdate que decir que sí a todo puede estar costándote la felicidad. Decir que sí a todo no es cariño, generosidad o amor, eso es complacencia. Esto nos hace perder el foco de lo que queremos, actuando por aprobación de los demás. Así que párate, respira, escúchate, toma tus propias decisiones, y como decía Séneca “Sé tu propio espectador. Persigue tu propio aplauso”.
- Si algo no está saliendo según lo previsto, reevalúa las posibles alternativas. No des todo totalmente por perdido, seguro que existen opciones donde sales ganando.
- A veces pasamos por momentos llenos de tristeza y desesperanza, pero no olvides que un mal día o una mala época no anula todo lo que has hecho bien hasta ahora. Y eso acabará viéndose premiado.
- Es crucial entender que surgirán dudas. Las dudas y la incertidumbre siempre formarán parte de todo proceso de cambio. Cuando hacemos cambios, el miedo siempre querrá acompañarnos.
Encuentra tu camino
Y si no lo has conseguido, acéptate, recompénsate, y quiérete. Porque haberlo intentado siempre es un motivo para alegrarse. Recuerda que lo estás haciendo lo mejor que puedes, que mientras estés aprendiendo no estás fallando, que tampoco sabías andar o hablar cuando naciste, y fíjate ahora.
El universo nos está enfrentando constantemente a incomodidades, porque de lo contrario no haríamos cambios en nuestra vida. El esfuerzo y la constancia juegan un papel fundamental en nuestro día a día. En definitiva, todo ese malestar te lleva a aquellos sitios donde desearías estar. Y como decían en la película El exótico hotel Marigold… “Al final todo acabará bien, y si no acaba bien, es que aún no es el final”