Es posible llegar a una actitud mental positiva a través de la psicología positiva. La psicología positiva tiene como finalidad el estudio científico de los rasgos individuales positivos, las experiencias positivas, los recursos que faciliten el desarrollo de esas experiencias, y, por último, los programas que ayuden a mejorar la calidad de vida de la persona. Por tanto, intenta prevenir a su vez, o reducir, la aparición de problemas psicológicos. Entre los que se pueden encontrar las adicciones.
¿Qué es la psicología positiva?
Este campo relativamente novedoso está generando mucho interés. En los últimos quince años se ha incrementado la necesidad de estudiar todo lo relacionado con la psicología positiva. De hecho, desde siempre, en las revistas de psicología las publicaciones han estado más relacionadas con todo lo que tiene que ver con las emociones negativas, y los problemas psicológicos en general. Dejando, así, de lado todo lo que tiene que ver con las emociones positivas, bienestar emocional y su potencial.
Éste bienestar podría definirse como la relación existente entre los valores que tiene una persona y el compromiso que tiene de hacerlos realidad. Es importante destacar que esto de la psicología positiva no implica negar la realidad de la emocionalidad negativa, sino que se trata de ir disfrutando de la felicidad. Pero permitiéndose a su vez sentirse triste, tener miedo o estar enfadado. Es la manera de ir generando así una estabilidad, que estará bajo el control interno de cada persona.
Las emociones positivas, aparte del sentimiento agradable que evocan, también provocan una autorregulación de las propias emociones. Siendo este un factor que promueve la salud psicosocial y física. También facilita que la persona pueda ajustar los niveles óptimos de estrés para que pueda focalizarse en las actividades de su día a día, e incluso proteger a las personas de algunos trastornos como la depresión.
Además de la autorregulación emocional, también hay un efecto en la regulación de la conducta, ya que las emociones positivas tienen un factor orientador y enriquecedor. Sin embargo, las emociones negativas limitan nuestras acciones, ya que pueden llegar a bloquearnos e impedirnos lograr aquellas cosas que nos harían felices y nos harían sentir realizados.
Ser una persona positiva
Por ejemplo, si quisiéramos nadar hacia una isla, podríamos convertirlo en una experiencia emocionalmente positiva. Siempre que fuéramos capaces de eliminar de la mente los riesgos que tuviéramos como producto de nuestros miedos. Y si bien es cierto que en esta acción hay muchos riesgos, es un ejemplo para representar la importancia de las emociones positivas. Ya que con ellas nos atreveríamos a lanzarnos al agua, autorregularnos ante el miedo, y avanzar y conseguir cosas en la vida.
Sin embargo, no se trata de que todo parezca un mundo maravilloso. Tanta felicidad y positividad a veces puede llevar a que las personas se involucren en actividades de mayor riesgo como comentábamos. E incluso pueden llevar a hacernos sentir una falsa felicidad, autoestima y falsa creencia de autoeficacia, que no necesariamente llevan a un mayor bienestar psicológico. En el término medio está la virtud.
No se trata de ser positivos ante todo y negar otras cuestiones, sino de ser realistas y reconducir ciertas situaciones y valorarlas como una oportunidad para sacarle provecho y obtener beneficios.
Esto que suena tan bien y tan fácil, en realidad es todo un arte. O mejor dicho, es todo un conjunto de herramientas y trabajo psicológico. Por ello, es importante conocer toda la historia de la persona, valores, necesidades e intereses. Pero, sobre todo, sus dificultades (que no siempre son fáciles de identificar para la persona) y poder llegar así a encontrar ese equilibrio.
La psicología positiva intenta fomentar y focalizar estas relaciones. Ya que en caso de poseer emociones y pensamientos positivos que no están encauzados pueden llegar a producir alienación y soledad. Debido a todo esto, las intervenciones que se realicen desde este ámbito deberían ser guiadas por un psicólogo que pueda orientar al paciente. Evitando que se produzca un engrandecimiento de ese tipo de emociones y que puede llevar con facilidad a la infelicidad y al fracaso terapéutico.